Mesón O Fogar

La entrada de hoy viene a resolver uno de los grandes problemas culinarios que se plantean: las cenas de grupo, con sus consecuentes variaciones; cenas de trabajo, cenas de clase, cenas del equipo de Rugby, cenas de la peña de Tute... y así hasta el infinito de grupos sociales que se nos ocurran. El problema es mayor de lo que parece. En esta ecuación entran en juego gustos, dinero y ubicación; diagrama tripartito que debe contentar a una media de 20 personas. En este punto surge la martirizada figura del 'organizador', un valiente al que se le encomienda la búsqueda del lugar perfecto, donde no exista discrepancia, donde esté feliz hasta el que solo come ensalada, hasta el que come con los dedos...

Pues quien les escribe conoce al gran hombre que afronto dicha afrenta. No lo tuvo fácil puesto que la carrera de 'organizador' suele ser corta, al primer fallo, todo se irá al traste. Un simple sitio mal escogido y al olvido. Pero en esta ocasión la respuesta fue certera. En capítulos pasados, nuestro aguerrido grupo de comensales tuvo por mal escoger el Bodegón A Espolada un lugar de nefasto recuerdo.

Hay que explicar que tanto la desgraciada cena como esta con fortuna se desenvuelven en el contexto de las fiestas de San Froilán, que se desarrollan entre los días 4 y 12 del mes de octubre. Como puede entenderse, no es fácil buscar lugar para cenar, ya que el lucense es un ser muy amigo de las 'paparotas' y eso se hace notar en el alto grado de ocupación de los restaurantes y bares de la ciudad ducal. El nivel de atención se reduce notablemente y los tiempos de espera son mayores que de costumbre. Eso es comprensible. Lo que no se acepta de buen grado es que se use un local por encima de su capacidad, todos somos conscientes de que los tiempos y la necesidad aprietan, pero si uno intenta tirar de la cuerda más de lo necesario esta quiebra. Así fue como descubrimos que en A Espolada el afán por tener y tener hizo que el saco se rompiese. Fuimos servidos tarde, mal y arrastro; los alimentos degustados parecían de una cosecha anterior y eso de tomar el café y los chupitos en barra, no se lleva igual de bien en todos los casos.

Pero las críticas negativas no tienen más espacio en esta crónica, ahora debemos afrontar el relato de lo sucedido en el Mesón O Fogar, en el contexto de una cena grupal agradable y en condiciones culinarias excelentes. El importe total de la cena ascendió a 16 euros, que se hicieron rentables a través de los siguientes platos:

Entrantes y primeros

Tortilla, chipirones fritos, croquetas de diferente tipo. (Jamón, grelos, queso).

Segundos

Raxo con patas fritas, Paella de marisco.

A primera vista la cosa no llama por su exotismo, pero créanme que en pocos sitios tengo probado una paella con semejante gusto. La atención exquisita tanto por parte de los dueños como el resto de empleados. Nos situaron en una mesa al final del mesón, donde también estaba otra de una cena contigua. El local está bien acondicionado y además posee una pequeña terraza al final, para estirar las piernas entre plato y plato aunque esto sea entendido como un signo de mala educación. 

Explicar además que la comida fue abundante, habiendo sobrado parte de lo ofrecido, por lo que pese a ser un menú donde se paga una determinada cantidad por cabeza, lo cierto es que la cantidad no está limitada, todo un beneficio para los buenos comedores. 

Incluido en el precio también estaba el postre. Este consistió en un diverso surtido donde uno podía comer desde tarta de queso hasta tiramisú, pasando por bollos chocolateados, todo un placer para los más golosos. Para culminar esta buena panzada un café de pota, a la vieja usanza, el único modo de degustar bien el torrefacto sabor. 

En definitiva, un trato y unos productos exquisitos. Muy recomendable para cualquier cena pequeña o grupal.

9/10

                                          Imagen de la parte de abajo del local

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